Hay un olor que impregna la hojarasca
de
palabra quemada,
lo que mantiene a raya tu propio y terco
fuego.
De sobras sabes de su resistencia
ante el aire que
arrasa y que devora.
La corteza protege
de ser ese papel
vuelto una pira
sobre el bosque abrasado. De nuevo
llega la
ebriedad viva del descorche,
la roja desnudez desprotegida,
el
emergente desollado anhelo
listo para enfrentarse a otra
grafía
de la rugosa albura imprevisible.
Bajo las hojas
vive el enigma de todo.
El tono, el ritmo de esas mismas
hojas
que escarban sin saber si son raíces
que invierten
su función de labrantío.
Efi Cubero
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