lunes, 30 de noviembre de 2020

ESTRELLA FUGAZ

 Hay una tristeza inherente a las cosas
que las hace bellas
y no quiero llegar a comprender nunca.

Hoy he tenido un sueño triste
y he despertado en una cama carente de nada,
en unas sábanas blancas y tristes,
y en el balcón mis plantas me miraban tristes.

He salido a la calle y era pronto.
Los domingos por la mañana
Madrid se pone más bonita que nunca:
pasearla así ha sido como ver una estrella fugaz,
y me ha parecido todo tan triste
que me he puesto la canción más triste de mi cabeza
y he deseado la soledad.

Me he acordado
de todo lo que he olvidado
y he maldecido el paso del tiempo por un momento;
después he leído que la mujer de Cortázar
tenía los ojos azules y apenados,
y el mundo me ha parecido algo más sencillo,
pero también más triste.
Los fantasmas también quieren flores,
pero la gente solo tiene miedo.

He visto a una pareja sentarse separada
en el metro
con los ojos a un centímetro de distancia,
a una niña reírse a carcajadas de una verdad,
dos manos besarse en una terraza,
una tierra abandonada a través de una ventana
y a alguien pensar en otra vida,
y me he puesto triste
al verme en todos ellos.

Después,
he vuelto a casa,
a mi refugio blanco y triste,
a mi paz en calma culpable,
al fin de cada comienzo,
y te he mirado tranquila y bella,
en el sofá y en tu universo
de estrella fugaz,
y he dejado toda la tristeza en la puerta. 

 Elvira Sastre



sábado, 28 de noviembre de 2020

MALDITA ZORRA

Estaba loca:
su tristeza no era de este mundo,
a veces estallaba a reír cuando me lloraba sus penas
y solía enredarse el pelo cuando le iba bien.

Se pintaba los labios antes de dormir:
«quiero estar guapa para mis sueños», me decía.
Luego se levantaba con el rímel corriéndose en sus ojeras,
como en mis mejores fantasías,
y me preguntaba la diferencia entre una nube y una ola.

Yo la observaba en silencio
—un silencio consciente,
pues ella era una de esas mujeres
que te hacen saberte derrotado antes de intentarlo—,
como si tratara de vencerla sin palabras,
como si esa fuera la única forma.
Ilusa.

En ocasiones
todo lo que hay más allá de alguien es superfluo
y todo lo que hay dentro de uno es redundante.
No lo sé,
le hubiera repetido un millón de veces por segundo
que era más guapa que un pájaro sobrevolando el mar
y que sabía más dulce que la caricia de un padre,
pero ella estaba loca,
loca como un silencio en medio de una escala,
y solo me besaba cuando me callaba.
Maldita zorra.

Solía decir que los peces eran gaviotas sin alas
y era imposible tocarla sin que gritara.
Yo lo disfrutaba: era un instrumento delicioso.

Cuando le decía que amaba su libertad
se desnudaba y subía las escaleras del portal sin ropa
mientras me decía que echaba de menos a su madre.

Cuando tenía miedo
se ponía el abrigo y se miraba al espejo,
entonces se reía de mí y se le pasaba.

Cuando tenía hambre
me acariciaba el pelo y me leía un libro
hasta que me quedaba dormida.
No sé qué hacía ella después,
pero cuando me levantaba ella seguía ahí
y mi pelo estaba lleno de flores.

Un día se fue diciendo algo que no entendí,
supongo que por eso empecé a escribir.
Me dijo: no me estoy yendo,
solo soy un fantasma de todo lo que nunca tendrás.
Maldita zorra. Maldita zorra loca.

Estaba loca, joder,  estaba loca.
Tenía en su cabeza una locura preciosa.
¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? 

 Elvira Sastre



jueves, 26 de noviembre de 2020

Únicos. Sí. Lo somos.

 Únicos. Sí. Lo somos.

Las huellas dactilares.

El iris. La retina.

La red venosa palmar.

La geometría de la mano o de la oreja.

Y las huellas podales.

Y la fisonomía de tu rostro.

Y la antropometría.

Y el ADN presente en sangre, orina,

en el sudor, las lágrimas, la piel,

los bulbos del cabello.

Todo esto te hace único.

No hay ni habrá otro ser que tenga

tus huellas dactilares ni tu iris,

ni tu ADN. Nadie. Nunca.

Lo que quiere decir que todos los demás

también son únicos e irrepetibles.

Y ese milagro incomprensible de ser uno

es cosa repetida tantas veces

que se vuelve magia barata.

Somos iguales en el hecho de ser únicos.

Hermosa paradoja intrascendente

que hace insolvente al nombre propio,

y al yo lo deja en el abismo.

 

Juan Bonilla

martes, 24 de noviembre de 2020

Día 16

 

Quisiera haberme hecho
un tatuaje de adolescente
del que ahora me arrepienta.
Tener dibujado un revolver
un símbolo incorrecto
a la vista de todos.
Llevar el error
marcado en el cuerpo
ser un recordatorio en movimiento
de que hay vida después de equivocarse.

 

Tamara Grosso



domingo, 22 de noviembre de 2020

Día 15

 Le escribo poemas de desamor
a mi oficio
que me prometió cosas y no cumplió.
Le escribo poemas de desamor
a los movimientos políticos
en los que busqué refugio y no encontré.
Le escribo poemas de desamor
a mis poemas viejos
que no tienen la fuerza que necesito
que me envíen desde el pasado.
No le escribo esos poemas
a las personas que amé:
para ellas la promesa
de que voy a seguir tratando de ilusionarme
como si no hubiéramos aprendido juntas
que casi todo termina mal. 

Tamara Grosso

viernes, 20 de noviembre de 2020

MONSTRUA

 Deja salir al monstruo,
tu parte salvaje también es muy bonita.
Deja que se exprese tu animal,
lo primario,
la tierra,
coge tu centro y grita,
muévete, baila,
rómpelo con rabia
y sonríe,
eres libre.

Permítete estar con la ira que envuelve tu momento.
Momento en el que tienes que aparentar ser bonita.
Y vuela,
moviendo tus alas con fuerza,
como el animal salvaje que encerraste con tu saber estar.
A los ojos de los demás serás la furia,
para ti eres la creatividad y la expresión.

Clara Chacón

miércoles, 18 de noviembre de 2020

SIN CTRL+Z

Saber decir adiós.
Saber que no hay verdad
que no ceda al empuje de los años.
Saber que ya no soy, ni por asomo,
aquel a quien juraste amor eterno.
Saber que no hay manera, resorte o mecanismo
para volver atrás
y descontar heridas.
Saber que no hay culpables, que el dolor
es una consecuencia natural
de estar vivo.

Saber que esta que dejas es mi vida
y no poder gritar ni detenerte.

David Hernández Sevillano

lunes, 16 de noviembre de 2020

CLASES DE INGLÉS

 


Dos veces por semana
llevo a mis hijos a clases de Inglés.

La academia está lejos.
El saber está lejos, pienso, mientras conduzco
las curvas que transcurren junto al mar.

Ellos miran el mar pero no ven el mar.
Mirar el mar es solo una manera
de no estar aquí ahora,
junto a un padre que toma
otra curva a la izquierda y que tampoco
está aquí.
En silencio, los tres, a la academia.

Luego bajan del coche, apenas se despiden.
Y yo aguardo sentado en un café,
corrigiendo poemas, anotando silencios,
de frente al mar sin ver mar ni naufragios
ni olas ni distancias ni veleros.
Sin ver.
Pensando, sin quererlo, en otro idioma
y en mis hijos.

Una hora después volvemos —sin estarlo— juntos,
de sus clases y el mar
sigue allí a su faena.

Mis hijos y yo y dos idiomas
en los que no decirnos nada.

 

 David Hernández Sevillano

sábado, 14 de noviembre de 2020

Vagabundo

 

En ninguna
parte
de la tierra
me puedo
arraigar

A cada
nuevo
clima
que encuentro
descubro
desfalleciente
que
una vez
ya le estuve
habituado

Y me separo siempre
extranjero

Naciendo
tornado de épocas demasiado
vividas

Gozar un solo
minuto de vida
inicial

Busco un
país inocente

 

Giuseppe Ungaretti



jueves, 12 de noviembre de 2020

Deconstrucción

Pienso que las sirenas de La Odisea cantaban La Odisea,
porque no hay nada más seductor, más terrible,
que la historia de nuestras propias vidas, aquella que no
queremos oír; aquella que daríamos cualquier cosa por escuchar.


Mary Ruefle


martes, 10 de noviembre de 2020

Plegaria al sol

 


¡Oh, sol, eterna luminaria,
riente en el nido y el portal
de los palacios, incendiaria
chispa que fulges inmortal!;

¡oh, tú el del fuego innumerable,
que brillas en el universo
y traspasas la sombra insalvable
dando luz al cautivo allí inmerso!;

que bendices, fecundas y puedes
despertar al arbusto dormido;
que de lo alto, en redes de oro,
tienes los mundos suspendidos.

Tu esplendor dulce y bienhechor
crea calor, dilata el día;
pero no tiene, yo diría,
la fuerza de un rayo de amor.


Ramón Emeterio Betances

domingo, 8 de noviembre de 2020

La mujer del granjero

 


Desde las gachas de avena
inscritas en la lujuria campestre
de su vida doméstica en Illinois,
donde cada hectárea simula ser
una floreciente fábrica de escobas,
se nombran los años: han pasado ya diez
desde que ella se convirtió en su rutina;
en la de él, que esta noche repetirá
cariño, vamos a hacerlo
y en cambio ella callará su creencia
de que la vida debe ofrecer algo
más allá de ese breve lapso luminoso
ofrecido por una cama ronca, incluso
más allá de su forma lenta y ciega de tocarla
como una luz inmensa y pesada,
aquel viejo engaño del amor
que ella sigue anhelando a pesar
de que aún la abandona a su suerte,
se construye de nuevo al fin,
a mentes de distancia de él, cuando habita
su propia identidad en sus propias palabras
odiando las labores domésticas de la casa
que ambos conservan cuando al fin descansan
aislados ambos en sueños distantes
y ella lo observa con atención,
fuerte, inmerso en la sólida burbuja
de su sueño habitual mientras
su juventud es desperdiciada encima
de esa misma cama de matrimonio
y lo imagina, lo anhela lisiado, o poeta,
o hasta solitario, o a veces,
incluso mejor —querido mío— muerto.

Anne Sexton

 



viernes, 6 de noviembre de 2020

El camino descartado


Dos caminos se separaban en un bosque amarillo
y, lamentando no poder recorrerlos ambos
al ser un único viajero, me detuve durante un tiempo
para contemplar el primero esforzando la vista
hasta el punto en que se doblaba sobre la maleza;
tomé después el otro, juzgándolo igualmente atractivo,
pero dueño de un más poderoso reclamo:
su manto de hierba intacta y sus ansias de ser recorrido;
aunque a ese respecto, el acto del tránsito en sí
los había ocupado a ambos en la misma medida,
y los dos yacían igualmente aquella mañana
cubiertos de hojas no pisadas, hojas sin mancillar.
¡Oh, conservé el primero para otro momento!
Aunque, sabiendo que un camino conduce a otro,
dudé sobre si algún día podría volver atrás.
Deberé contar esto suspirando
en algún lugar del futuro, a años de distancia:
dos caminos se separaban en un bosque, y yo—

yo elegí el menos transitado,
ese acto marcó la diferencia.


Robert Frost

miércoles, 4 de noviembre de 2020

La gente que me gusta

 Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.

Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.
La gente que tiene tacto.

Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.

A estos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor.

La gente que nunca deja de ser aniñada.

Me gusta la gente que con su energía, contagia.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

La gente que lucha contra adversidades.

Me gusta la gente que busca soluciones.

Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.

Me gusta la gente que tiene personalidad.

Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.

Mario Benedetti

lunes, 2 de noviembre de 2020

Queda Prohibido

 

¿Qué es lo verdaderamente importante?,
busco en mi interior la respuesta,
y me es tan difícil de encontrar.
Falsas ideas invaden mi mente,
acostumbrada a enmascarar lo que no entiende,
aturdida en un mundo de falsas ilusiones,
donde la vanidad, el miedo, la riqueza,
la violencia, el odio, la indiferencia,
se convierten en adorados héroes.

Me preguntas cómo se puede ser feliz,
cómo entre tanta mentira puede uno convivir,
cada cual es quien se tiene que responder,
aunque para mí, aquí, ahora y para siempre:
queda prohibido llorar sin aprender,
levantarme un día sin saber qué hacer,
tener miedo a mis recuerdos,
sentirme solo alguna vez.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quiero,
abandonarlo todo por tener miedo,
no convertir en realidad mis sueños.

Queda prohibido no demostrarte mi amor,
hacer que pagues mis dudas y mi mal humor,
inventarme cosas que nunca ocurrieron,
recordarte sólo cuando no te tengo.

Queda prohibido dejar a mis amigos,
no intentar comprender lo que vivimos,
llamarles sólo cuando les necesito,
no ver que también nosotros somos distintos.

Queda prohibido no ser yo ante la gente,
fingir ante las personas que no me importan,
hacerme el gracioso con tal de que me recuerden,
olvidar a toda la gente que me quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por mí mismo,
no creer en mi dios y hacer mi destino,
tener miedo a la vida y a sus castigos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echarte de menos sin alegrarme,
olvidar los momentos que me hicieron quererte,
todo porque nuestros caminos han dejado de abrazarse,
olvidar nuestro pasado y pagarlo con nuestro presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la mía,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha,
pensar que con su falta el mundo se termina.

Queda prohibido no crear mi historia,
dejar de dar las gracias a mi familia por mi vida,
no tener un momento para la gente que me necesita,
no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita.

Alfredo Cuervo Barrero