martes, 30 de marzo de 2021

MUJERES TRANSPARENTES

Existen mujeres transparentes que fueron concebidas por los dioses. Son, como el perfil del aire: livianas, ingrávidas, etéreas.
Su delicado tacto se asemeja al beso de los ángeles y la fragilidad de su mirada a la de la porcelana china. Cuando lloran liberan minúsculos cristales que se evaporan al contacto con el aire y su piel deja al descubierto con igual proporción el alma, las arterias, los órganos vitales o el pensamiento.
De noche, cuando duermen, reflejan en las sábanas imágenes oníricas o apasionadas escenas de jóvenes amantes; sus pechos parecen vidrieras por donde asoma los ojos el amor.
Son criaturas de largas piernas, con muslos interminables, cabellos de fuego y delicadas cinturas. Al andar imitan el movimiento de un océano de trigo movido por el viento y en sus brazos siempre habita la vida.
Me gustan las mujeres transparentes, sencillas, sin cubiertas ni máscaras. Siempre tuve debilidad por la delicadeza con que fueron agraciadas.

José Sarria

domingo, 28 de marzo de 2021

A pesar de los palos

A pesar de los palos,
de las zancadillas,
de las caricias con trampa,
de los sueños rotos.

A pesar de la maldita muerte,
que demasiadas veces
ha golpeado a tu puerta,
de los fantasmas
que algunas noches
rondan tu almohada.

A pesar de la locura
y el desarraigo que llevó tus huesos
por diferentes geografías.
A pesar de todo eso
no has perdido la ternura,
ni has construido muros,
ni has dejado que te devore el rencor.

Y aunque hoy te embargue la tristeza
y el cansancio entorpezca tus pasos,
ten presente que tu mirada solidaria
y tu verbo sin disfraz,
son necesarios como el aire
al igual que tu capacidad de reír
y tu enorme caudal para amar.

Silvia Cuevas-Morales

viernes, 26 de marzo de 2021

Punto final

 

Iban los vencedores con sus himnos
y su orgullo, y su grito, por las calles.
Las palabras del júbilo eran rosas,
guirnaldas y banderas. Bienvenidas.

(Por la raya del mar, el barco iba
—el último de todos— hacia lejos:
el exilio, la angustia, el cielo extraño,
la extraña tierra…  Sangre en las raíces.)

Ese himno ya no. !Callad, silencio…!
Tuvimos que aprendernos las palabras
del nuevo modo de salvar el mundo,
la música del pez en la pecera.

(Los himnos fenecidos, los pusimos
detrás de la memoria. Con ramajes
y camuflaje de hojas. Encerrarlos
era como enterrar la infancia en ellos.)

Desfiles. Tiempo nuevo. No pudimos
adaptarnos muy pronto. Más desfiles.
Quizá aquella gente extraña era,
en verdad, la verdad. Y la victoria.

(En la raya de Francia, los vencidos,
y en un flanco de España, la derrota:
los heridos, los vivos, y los otros.
El camino final. Y la posguerra.)

Se habló entonces de patria. De los hijos.
De Castilla la grande. Y en los montes
sólo una mano de la muerte
hacía la señal de la cruz sobre la guerra.

(Ellos tuvieron sólo el gran silencio.
Sólo su herida al lado de la tierra,
huesos que hay que olvidar. Muertos de España
a quienes nadie da nombre de muertos.)

María Beneyto

miércoles, 24 de marzo de 2021

Dicen que estoy loca

 

Dicen que estoy loca
porque miro a los ojos.
Porque me gusta
besar sin tregua.
Porque escribo libertad
y abro la puerta.
Porque muestro la otra mejilla,
y se me olvida odiar.
Pero yo no tengo ningún mérito...
porque querer sale solo.
Sin esfuerzo.
Dicen que estoy loca
porque vaciarme el amor,
como se expande el vaho,
es la única forma,
que yo entiendo
de llenar el mundo. 


 Mar Blanco

lunes, 22 de marzo de 2021

Balada del pan amarillo

 (postguerra)

En el pan de maíz, el sol queda
a sufrir con nosotros, amarillo.
Toda la población de la mazorca
nos acompaña así, nos edifica.

Por él acerca el campo su palabra
caída entre los muertos y el otoño,
su balada perdida, sin garganta
que dé salida al canto de la tierra.

En él late la yema de la vida
llena de avispas ciegas, desnortadas,
y bulle un zumo de limón caliente
en el lugar donde la sangre canta.

En el pan de maíz hay una rosa
amarilla de azufre y tristeza;
un acorde, una música de hierro,
quizá una fuerza de astros extinguidos.

Hay un calor dormido junto a un niño,
un fuego a medio hacer con hielo cerca,
una remota fiebre de azafranes
diluidos en mares de ceniza.

Perros hambrientos tienden sus aullidos
debajo de los árboles dorados,
y un aserrín de cálida madera
trepa al silencio en espirales mudas.

Por el pan de maíz, toda la vida
se nos quedó amarilla, pero erecta,
se nos quedó oxidada, pero firme,
y el pan aquél ya es carne, hueso nuestro.

Invisibles canarios que venían
inmiscuyendo su ternura inquieta
en el redondo pan de la amargura
nos daban alas, plumas, voces rubias…

Con el dolor del miedo nos saciaban.
Con su lívido frío. Y nos alzamos
en terca voluntad de crecimiento:
nos quisimos quedar a ver la vida.

Como una flor de liquen, arraigada
en tejado pobrísimo, sin tierra
ni apenas otra cosa que la nube,
así creció y se fue la dura infancia.

(¿Adónde? ¿Con qué escolta ilimitada
de estrellas y nenúfares? ¿Qué signos
sin descifrar dejaba? ¿Qué simientes?
¿En dónde están sus leves huesecillos…?)

Con amarillo pan hemos nutrido
la adolescencia débil y espigada,
el amor primero, lo inefable
de la esperanza: cuanto no tuvimos.

Y si crecimos, si hasta aquí llegamos
con el pan de maíz en las arterias,
fue porque el sol tribal de la naranja
se escondió con tristeza. Y nos sostuvo.

María Beneyto



sábado, 20 de marzo de 2021

Gente que busca su bandera

 

Los que dudan, los que huyen,
los amantes furtivos,
los que dejan atrás alguna idea,

los disidentes,
los hombres calumniados,
los que escuchan la voz de su conciencia,
los individuos marcados por su raza,

quienes desafían el orden de algún modo,

los que cruzan una línea incómoda,
los serenos en el campo de batalla,
los templados que no avivan las hogueras,

los que no son de aquí,
los extranjeros, también los desterrados,

los cobardes, los místicos,
los ateos, los que habitan los márgenes,
las mujeres que derriban una cerca,

los hombres demasiado humanos,
los frágiles, los locos,

los nombres vinculados a un escándalo,
los muchachos tomados por la fiebre,
los viejos que aún defienden la palabra,

los apátridas,
aquellos que buscan su bandera,
los que abren un camino diferente.

Escribe sus historias,
di sus nombres.
Aunque los señalen,
también ellos
están haciendo patria.


Braulio Ortiz Poole

martes, 16 de marzo de 2021

Canadá

Seguidor de la ley y de la patria,
quiero saber de ti,

por qué empuñas el hacha.

No me eres un extraño.
Yo he nacido en la tierra de los inquisidores
y también he temido al árbol que se tuerce.

¿De qué abono brotan tus ramas tan erguidas?
¿Qué te hizo invulnerable a los tornados?

Todo tiene un origen:

antes que una prisión,

en el mismo paisaje habría una pradera,
el captor y el recluso serían niños.

Alguna vez, la espada fue cartón,
seguidor de la ley y de la patria,
alguna vez sería Navidad,
alguna vez, ¿recuerdas?,
habrían llevado un tiovivo al vecindario.

Hombre de Dios y niño,
¿cuándo empezó la caza?

En esa luz de invierno, en tu inocencia,
¿cómo creció la noche y se hizo bosque?
¿por qué el piano eligió la gravedad?
¿cuándo el trébol amargo del verdugo?

Si pudieses mostrar tu corazón,
¿sería fruta o betún lo que enseñaras?
¿el calor de una lámpara de aceite?

Quiero saber de ti,

por qué tus sueños a veces tienen dientes.

Tú que surcas las aguas de lo recto,
¿alguna vez tuviste el mar en contra?

¿hubo alguna deriva?

Al fin de la jornada,
seguidor de la ley y de la patria,
cuando partes el pan como hizo Jesucristo,
¿piensas en Canadá?
¿en el cubierto que falta en otra mesa?
¿miras con compasión al perseguido?

O tal vez, con fervor
-una zarza que arde, pero no se consume-,
una frase te viene a la memoria:
Reprendo y disciplino a todos los que amo.

Braulio Ortiz Poole

domingo, 14 de marzo de 2021

¿Te dejarías coger por quince euros?

 

¿Te dejarías coger por quince euros? me dijo
en la parada del autobús a las 0.42
rodeados de calles vacías y congeladas.
Primero negué con la cabeza, pero luego le dije:
Por dinero, no, pero si pasas la aspiradora y friegas los platos…
Entonces él, a su vez, se negó
y se dio la vuelta abatido para seguir su camino.

Eeva Kilpi

viernes, 12 de marzo de 2021

No importa si olvidaste la maleta

 


No importa si perdiste el equipaje.

Si tu pecho ha renunciado al frío,
si sabes
que un árbol derribado será leña,
que un hombre que ha caído puede erguirse,
si has aprendido eso, que hay vida

más allá de la vida,

más allá incluso del árbol y del hombre,
no importa
el rostro hostil que tenga cada tarde.

No importan los rastrojos o la espina
que hacen de un espejo una amenaza.
Rebelde e imprevisto,
como una flor que brota en una celda
o un agua que circula bajo tierra,
así te incorporas tú frente a las cosas.

No importan los rechazos.
Tantas veces
entregaron tu nombre a la deshonra
o te arrojaron un verbo que era azote
que aprendiste a esquivar
la piedra de la adúltera.

No estás solo.
Toda ciudad no es sino un enjambre
de gente que ha agachado la cabeza.

Este horizonte más que tierra sólida

será tierra caliza,

pero no importa
si sabes
que tú mismo has cruzado los puentes que temblaban
y has logrado avanzar en lo precario.

No permitas que el ruido te confunda,
aunque persistan los cantos de sirena.
Tú hallaste en el silencio
aquello que era hermoso.
Una abadía
que rinde culto a un dios sin ornamento,
que sabe que vendrá el amanecer.

Si está la vida,
no importan los fracasos.

Algunas noches,
en el calor feliz de la amistad,
o cuando duermes al lado del cuerpo de quien amas,
una rara alegría te asalta como un rayo
y te dices: No importa.

Braulio Ortiz Poole

 

miércoles, 10 de marzo de 2021

Malditos sean

Malditos sean los hombres que fabrican montes en llamas,
los que construyen con sus manos edificios de ceniza,
los que incineran el cuerpo verde de la naturaleza.
Malditos sean los hombres que redactan la esquela de los bosques,
los que disfrutan viendo arder la savia,
los que terminan con la vida centenaria de Galicia.
No hay lágrimas suficientes en Asturias para apagar la risa del fuego,
para curar los ojos calcinados de la tierra.
Pero tampoco debe haber perdón
para los que hacen de la catástrofe su idioma
y del fuego su mensaje esparcido por España.
No habrá paz para quien construya árboles caídos,
vida abrasada, madrigueras de carbón.
Que caiga pues la mano más dura de la justicia
del mismo modo que han derribado el pecho del bosque,
la casa de los pájaros, la paz de las aldeas
y la vida que ayer aún latía
en las que hoy son las colinas más tristes de la tierra.

Marwan




lunes, 8 de marzo de 2021

Una mujer que muestra su verdad

 Frances E. Farmer (Seattle, 1913 – Indianápolis, 1970)

Este corazón que llevas siempre a cuestas
y del que no entiendes
su amor tan combustible:
permítele que invoque a sus deidades,
permítele de nuevo el sacrilegio.

Aunque vendrá el rechazo si eres libre,
si en la vida y su fiesta de disfraces

no te pones la máscara.

Alguien te advertirá seguramente:
una mujer que muestra su verdad
ha de ser destruida.

Los hombres de bien señalan con espanto
tu belleza blasfema.
Pero no quieres ser de la mentira
y escupes tu metralla.
Si has de nacer de nuevo,
escoge esta piel sensible al mundo,
este incendio constante:
niega a Dios,
niega a Hollywood,
camina con el fuego.

Ya domarán los bastardos a la fiera,
pero antes,
como se limpia el barro
quien viene de la lluvia,
deja atrás la prudencia.

Sólo vive quien arde.

 

 Braulio Ortiz Poole

 

sábado, 6 de marzo de 2021

No tires las cartas de amor


No tires las cartas de amor
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardados
serán tu última literatura.
 

Joan Margarit

jueves, 4 de marzo de 2021

Cuando una ya no tiene fuerzas para escribir, tiene que recordar.

 

Cuando una ya no tiene fuerzas para escribir, tiene que recordar.
Cuando una ya no tiene fuerzas para fotografiar,
tiene que ver con los ojos del alma.
Cuando una ya no tiene fuerzas para leer,
tiene que estar lleno de narraciones.
Cuando una ya no tiene fuerzas para hablar,
tiene que resonar.
Cuando una ya no tiene fuerzas para andar, tiene que volar.
Y cuando llegue la hora,
una tiene que desprenderse de los recuerdos,
de los ojos del alma, dejar de soñar,
callarse y plegar las alas.
Pero pase lo que pase, sigue la narración, sigue.

Eeva Kilpi



martes, 2 de marzo de 2021

No importa si olvidaste la maleta

No importa si perdiste el equipaje.

Si tu pecho ha renunciado al frío,
si sabes
que un árbol derribado será leña,
que un hombre que ha caído puede erguirse,
si has aprendido eso, que hay vida

más allá de la vida,

más allá incluso del árbol y del hombre,
no importa
el rostro hostil que tenga cada tarde.

No importan los rastrojos o la espina
que hacen de un espejo una amenaza.
Rebelde e imprevisto,
como una flor que brota en una celda
o un agua que circula bajo tierra,
así te incorporas tú frente a las cosas.

No importan los rechazos.
Tantas veces
entregaron tu nombre a la deshonra
o te arrojaron un verbo que era azote
que aprendiste a esquivar
la piedra de la adúltera.

No estás solo.
Toda ciudad no es sino un enjambre
de gente que ha agachado la cabeza.

Este horizonte más que tierra sólida

será tierra caliza,

pero no importa
si sabes
que tú mismo has cruzado los puentes que temblaban
y has logrado avanzar en lo precario.

No permitas que el ruido te confunda,
aunque persistan los cantos de sirena.
Tú hallaste en el silencio
aquello que era hermoso.
Una abadía
que rinde culto a un dios sin ornamento,
que sabe que vendrá el amanecer.

Si está la vida,
no importan los fracasos.

Algunas noches,
en el calor feliz de la amistad,
o cuando duermes al lado del cuerpo de quien amas,
una rara alegría te asalta como un rayo
y te dices: No importa.

Braulio Ortiz Poole