Cuando
una ya no tiene fuerzas para escribir, tiene que recordar.
Cuando
una ya no tiene fuerzas para fotografiar,
tiene que ver con los
ojos del alma.
Cuando una ya no tiene fuerzas para leer,
tiene
que estar lleno de narraciones.
Cuando una ya no tiene fuerzas
para hablar,
tiene que resonar.
Cuando una ya no tiene
fuerzas para andar, tiene que volar.
Y cuando llegue la
hora,
una tiene que desprenderse de los recuerdos,
de los
ojos del alma, dejar de soñar,
callarse y plegar las alas.
Pero
pase lo que pase, sigue la narración, sigue.
Eeva Kilpi
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