Malditos sean los
hombres que fabrican montes en llamas,
los que construyen con
sus manos edificios de ceniza,
los que incineran el cuerpo verde
de la naturaleza.
Malditos sean los hombres que redactan la
esquela de los bosques,
los que disfrutan viendo arder la
savia,
los que terminan con la vida centenaria de Galicia.
No
hay lágrimas suficientes en Asturias para apagar la risa del
fuego,
para curar los ojos calcinados de la tierra.
Pero
tampoco debe haber perdón
para los que hacen de la catástrofe
su idioma
y del fuego su mensaje esparcido por España.
No
habrá paz para quien construya árboles caídos,
vida abrasada,
madrigueras de carbón.
Que caiga pues la mano más dura de la
justicia
del mismo modo que han derribado el pecho del
bosque,
la casa de los pájaros, la paz de las aldeas
y la
vida que ayer aún latía
en las que hoy son las colinas más
tristes de la tierra.
Marwan
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