No importa si perdiste el equipaje.
Si tu pecho ha renunciado al frío,
si sabes
que un
árbol derribado será leña,
que un hombre que ha caído puede
erguirse,
si has aprendido eso, que hay vida
más allá de la vida,
más allá incluso del árbol y del hombre,
no importa
el
rostro hostil que tenga cada tarde.
No importan los rastrojos o la espina
que hacen de un espejo
una amenaza.
Rebelde e imprevisto,
como una flor que brota
en una celda
o un agua que circula bajo tierra,
así te
incorporas tú frente a las cosas.
No importan los rechazos.
Tantas veces
entregaron tu
nombre a la deshonra
o te arrojaron un verbo que era azote
que
aprendiste a esquivar
la piedra de la adúltera.
No estás solo.
Toda ciudad no es sino un enjambre
de
gente que ha agachado la cabeza.
Este horizonte más que tierra sólida
será tierra caliza,
pero no importa
si sabes
que tú mismo has cruzado los
puentes que temblaban
y has logrado avanzar en lo precario.
No permitas que el ruido te confunda,
aunque persistan los
cantos de sirena.
Tú hallaste en el silencio
aquello que
era hermoso.
Una abadía
que rinde culto a un dios sin
ornamento,
que sabe que vendrá el amanecer.
Si está la vida,
no importan los fracasos.
Algunas noches,
en el calor feliz de la amistad,
o
cuando duermes al lado del cuerpo de quien amas,
una rara
alegría te asalta como un rayo
y te dices: No importa.
Braulio Ortiz Poole
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