sábado, 30 de enero de 2021

Unas cien veces



 Hay mujeres
que son estaciones de (d)año,
tormentas torrenciales en agosto y estufa
en un diciembre lleno de abandonos.

Hay mujeres
que son pájaros sin alas en un cielo lleno
de recuerdos,
fieras carnívoras al acecho de las ganas
y de esa falta de poder ante la tentación
que sólo es deseo confundido.
Hay mujeres
que son mariposas abstraídas esperando a que
cierren todas las puertas
para acariciarte las mañanas a través
de la ventana,
para sacudirte la mirada en cualquier
dirección ajena a tu rostro.
Hay mujeres
que son animales en celo
aflorando sobre tu pecho abatido.
Hay mujeres
de ojos castaños
con alma de gata.
Hay mujeres
de ojos verdes
con alma de zorra.

Hay mujeres
que son signos de interrogación abierta,
tres exclamaciones siguiendo
una huida.
Un ladrido de madrugada.
Hay mujeres
que justifican el silencio.
Hay mujeres
que excusan la poesía.

Hay mujeres
que son aeropuertos alejados
de los que sólo salen aviones de mentira,
puertos marítimos
en los que vuelves a ser tú,
estaciones de tren
donde se cruzan tantas contradicciones
que encuentras paz.

Hay mujeres
que suenan a herida al tocarlas
y te hacen desear la muerte antes que ellas.
Hay mujeres
que huelen a limpio, a cuerpo inerte,
y te hacen desear invadirles el corazón
y el pecho con la brutalidad de un ejército de flechas.
Hay mujeres
que desordenan tus huellas cuando aparecen
y te hacen desear encontrar tu camino
sobre su columna vertebral.
Hay mujeres
que no se esconden, que quieren sin escarcha en los ojos,
que saben a sed,
y esas,
esas te hacen desear quererlas toda la vida.

Hay mujeres
que esperas siempre
porque nunca llegan.
Hay mujeres
que están en todos los lugares que ocupas
menos en tus manos.

Hay mujeres
que son primeras y únicas,
que sobrevuelan el suelo que pisan los demás,
que son azules y ocupan un sitio
distinto al resto.

Hay mujeres
que crees por encima de todo
y por encima de todo deshacen tus creencias,
que son tiernas, ciertas y dulces,
y con su ternura, certeza y dulzura
parten tu inocencia en dos.

Hay mujeres que abren tus ojos con un soplido de magia
y en el siguiente truco desaparecen,
como la suerte.
Hay mujeres
que te enseñan la moneda por las dos caras:
te besan negándote,
se marchan mientras te nombran,
se quedan en silencio
y desde otros recuerdos te afirman.
Que sólo conocen la palabra derrota
en tu boca.
Que sólo conoces la palabra victoria
en su boca.
Que te aman mientras te olvidan
y olvidándolas las amas.

Hay mujeres
que quieres y no puedes,
que son tanto que no son bastante,
que dándote lo que necesitas olvidan lo que deseas.
Mujeres contra las que no hay razones
que encajan
y conviertes en huida
para darles un sentido.

Hay mujeres
que son aves de paso,
bodas de un día,
amores que salvan tu vida en una noche,
postres eternos en medio de una prisa carnal,
engaños a la rutina,
tu alma animal rendida al instinto de supervivencia.

Hay mujeres
que aparecen como los aciertos:
a tiempo y sin esperarlas.
Que se atreven y se quedan y tienen
el pelo del color de tu almohada,
que se agitan y temes y dan la vuelta
a tus excusas convirtiéndolas en motivos.
Que te aman sin evitarlo
y amas sobre todo por supuesto.

Y
estoy
yo.
Que soy una en todas esas mujeres.

Y
estás
tú.
Que eres todas esas mujeres en una.

 

Elvira Sastre


jueves, 28 de enero de 2021

SOBRE EL FALSO ETIQUETADO DE MERLUZA PROCEDENTE DE ÁFRICA 10 (QUE SE VENDE COMO EUROPEA O AMERICANA)

 Ahora lo sabes,
también los peces tienen que pasar las fronteras,
llorar todas sus afonías,
pedirle impuestos a la luna llena que cada noche se disuelve en sus lágrimas
cuando se ha roto “la cadena de frío” en sus maltrechos corazones marinos.
Pero así es la soledad en el agua cuando se sabe de antemano
que compartirás el envase (con otro solitario) en algún frigorífico,
así son los falsos pasaportes
para los que no saben llorar bajo el agua
y terminan en los supermercados con la carne limpia y sin escamas,
lista para meter al horno.

Nilton Santiago

martes, 26 de enero de 2021

Somos mujeres

 

Miradnos.


Somos la luz de nuestra propia sombra,

el reflejo de la carne que nos ha acompañado,

la fuerza que impulsa a las olas más minúsculas.


Somos el azar de lo oportuno,

la paz que termina con las guerras ajenas,

dos rodillas arañadas que resisten con valentía.


Miradnos.


Decidimos cambiar la dirección del puño

porque nosotras no nos defendemos:

nosotras luchamos.


Miradnos.


Somos, también, dolor,

somos miedo, 

somos un tropiezo fruto de la zancadilla de otro

que pretende marcar un camino que no existe.


Somos, también, una espalda torcida,

una mirada maltratada, una piel obligada,

pero la misma mano que alzamos

abre todas las puertas,

la misma boca con la que negamos

hace que el mundo avance,

y somos las únicas capaces de enseñar

a un pájaro a volar.


Miradnos.


Somos música,

inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables,

luz en un lugar que aún no es capaz de

abarcarnos, vencernos, contenernos, habitarnos,

porque la belleza siempre cegó los ojos

de aquel que no sabía mirar.


Nuestro animal es una bestia indomable

que dormía tranquila hasta que decidisteis

abrirle los ojos con vuestros palos,

con vuestros insultos, con este desprecio

que, oídnos:

no aceptamos.


Miradnos.


Porque yo lo he visto en nuestros ojos,

lo he visto cuando nos reconocemos humanas

en esta selva que no siempre nos comprende

pero que hemos conquistado.


He visto en nosotras 

la armonía de la vida y de la muerte,

la quietud del cielo y del suelo,

la unión del comienzo y del fin,

el fuego de la nieve y la madera,

la libertad del sí y el no,

el valor de quien llega y quien se va,

el don de quien puede y lo consigue.


Miradnos,

y nunca olvidéis que el universo y la luz

salen de nuestras piernas.


Porque un mundo sin mujeres

no es más que un mundo vacío y a oscuras.


Y nosotras 

estamos aquí

para despertaros

y encender la mecha.

 

Elvira Sastre

domingo, 24 de enero de 2021

Pastor de vientos

 Pastor de vientos, desde
los infinitos horizontes
acuden los rebaños a tus manos.
Seguro el porvenir, miras el ancho
paisaje de colinas, esperando
la brisa que te traiga
aquel aroma dócil a tomillo
o el hondo olor a bosque del invierno.
La lluvia viene luego, infatigable,
y se acuesta a tus pies formando charcos
que emigran hacia el cielo en el verano.
Y por el aire bajan
pájaros y perfumes, hojas secas,
mil cosas
que tú dejas o guardas con mirada profunda.
Cada día te trae una sorpresa,
y tú cantas,
pastor,
cantas o silbas
a las altas estrellas también tuyas.

Ángel González

viernes, 22 de enero de 2021

Lamento

 I

La muerte se nos muestra en los ojos del otro

cuando, de pronto, su mirada se disuelve en agua

y la luz que desprende

se desvanece como brasa en la cerilla.

La vida es un frágil aliento,

una sutil respiración,

el delicado rumor de la seda al doblarse.

Y se va tan deprisa,

esfumándose,

como los hilos de humo

que desprenden las últimas pavesas de la hoguera.

 

Javier Reverte

miércoles, 20 de enero de 2021

Me despido

 Me despido, y no como aquel que se despide

vacío, hueco, no como ese que se relame

ante pareceres dispares, ante adioses que

sólo son hastaluegos.

Me voy como lo que vine, como la antítesis

de lo ario, de lo puro, como aquel susto

que se repite, y no por no prevenirlo, sino

porque siempre es esperado.

Me voy y no sé lo que dejo: ¿amor?, ¿pena?,

¿alegría?, ¿sollozo?, ¿taciturnidad?, ¿apatía?,

¿desazón?, ¿éxtasis?

No sé, ¿vacío?

Dejar, dejo, ¿NO?

 

¿Qué sería de la gloria sin el legado?

Pues eso, que me piro, pero como aquel

que se va sin caminar,

con la sensación de que el camino es corto,

vamos, que me ha sabido a poco;

como aquel que corre como en sueños, sin moverse.

Me voy y no sé lo que dejo,

pero sí lo que me llevo: me llevo ese nosotros, esa identidad

hacia algo que hace que no tenga identidad,

que hace al hacer, que hace deshaciendo.

 

Desde tu masa cubierta de cráneo,

desde lo que queda en ti y sólo en ti,

no extrapolable a otros tú,

sino en tu tú, en se y por se,

quedará un yo, ese yo que sólo aparecerá

con un olor, con una risa, una nota,

un litro, una persona, un ruido, un silencio,

y, lo más importante, un pensamiento.

 

Solo cuando este cúmulo de pareceres

intangibles sea una masa que se simbiotice

con la masa cubierta de tu cráneo, que a su vez

quede simbiotizada con tu cuello,

solo ahí no me habré ido.

 

 Gata Cattana

 

lunes, 18 de enero de 2021

POEMA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

 Sólo quiero que esto no termine
en otro de esos tristes
—pero siempre reconfortantes—
poemas de amor.
Otro de esos poemas que inmortalizan
el triunfo de los cobardes
o de los torpes,
y que se anuncian ante nosotros
con promesas
de que una vida juntos
habría sido posible.
Habría. Qué putada.

 

Selam Wearing

sábado, 16 de enero de 2021

EL CICLO DE LA VIDA


Trabajar para ganar dinero
para pagar facturas
y una vez al año ir de vacaciones
a playas de fina arena y agua cristalina,
y alquilar un coche
y aparcar lo más cerca posible de la orilla
e hincar la sombrilla lo más cerca posible del coche;

y compartir
fotografías de las instalaciones del hotel
y de platos de comida
y de esas bebidas con sombrillita
que sólo sirven en el paraíso;

y sonreír en todas las fotos, también,
suplicando:
por favor, creedme,
                               soy feliz.

 

 Selam Wearing

jueves, 14 de enero de 2021

PAZ


Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.

Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.

Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.

Alfonsina Storni


lunes, 4 de enero de 2021

El pan

A Salvador Jiménez, con el ofrecimiento
de mi amistad y mi poesía.

(Puesto sobre la mesa el pan premia y bendice.)

Poned el pan sobre la mesa,
contened el aliento y quedaos mirándolo.
Para tocar el pan hay que apurar
nuestro poco de amor y de esperanza.

Mirad que el pan, entre el mantel,
más blanco que el mantel de hilo blanquísimo,
tiene, como señales de su hornada,
el último calor que no da el sol al trigo.

Mientras que nos invita,
mientras que da su premio conmoviendo
de dichosos temblores nuestras manos,
podemos merecer el pan de hoy.

Poned el pan sobre la mesa,
al lado de los vasos de agua sensitiva,
por donde el sol se posa mansamente
cribando luminosos los pequeños insectos
que encuentra en esa anchura que la da la ventana.

Ved que el pan es muy amigo de los niños y de los pájaros,
con sus blancas miguitas que se esparcen pequeñas,
en donde se atarean los pobres gorriones
y las palomas zurean y aletean
en la tranquilidad de las plazas y de las fuentes,
las mañanas limpias y soleadas,
cuando están los relojes diligentes, atentos,
porque las campanadas suenan muy dulcemente.

Ved que el pan es rugoso y recogido
y tiene los colores más humildes,
y puede compararse a todas las virtudes
y hasta a los cabellos blancos y piadosos de un anciano.

Poned el pan sobre la mesa,
junto al vaso de agua…
en esos momentos los que amamos pueden llegar,
pueden llegar empujando las puertas y quedarse maravillados,
porque el pan es el mejor recibimiento
cuando los que queremos llegan a nuestra casa.

Para pensar en la mujer que amamos,
estando a solas reencendiendo su recuerdo,
el pan purifica el sobresalto y el remordimiento,
y podemos pensar en nuestros hijos
y elegirles los mejores, los más bellos juguetes,
y el pedazo de pan con la sonrisa torpe
del padre que quiere besar y abrazar mucho a su hijo
y no sabe de qué modo tocarlo.

Ay, también, los mendigos
con las manos extendidas a nuestra caridad,
que es lo mejor de ellos y de nosotros.
Mujeres
que tienen muchos pobres hijos pobres,
que los ojos les brillan mucho y los pómulos les escuecen,
que los cabellos se les enredan de bajar y subir hijos
del suelo.
Y porque los criminales y los renegados
aman el pan y a sus madres,
y porque los suicidas nunca cruzan los trigos,
y porque casi nadie lo mira sin llorar
a la hora de tener que confesar las culpas.

Poned el pan sobre la mesa,
junto al vaso de agua;
ponedlo con solemne esmero sobre la mesa
por ese sitio donde el sol dora el mantel, hilo a hilo,
y decid a los vuestros que se sienten
a rezar el Padrenuestro
de la comida en paz.


Eladio Cabañero