Saber decir adiós.
Saber que no hay verdad
que no ceda al empuje de los años.
Saber que ya no soy, ni por asomo,
aquel a quien juraste amor eterno.
Saber que no hay manera, resorte o mecanismo
para volver atrás
y descontar heridas.
Saber que no hay culpables, que el dolor
es una consecuencia natural
de estar vivo.
Saber que esta que dejas es mi vida
y no poder gritar ni detenerte.
David Hernández Sevillano
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