Quizás tuvo la culpa
una mala disposición de mi
esqueleto.
Seguramente me falló la osamenta.
Debo de tener
la tráquea demasiado estrecha
y cualquier cosa le molesta
se
irrita y trago mal.
El caso es que aquel hombre
estaba
hecho una furia y todo le estorbaba:
los mendigos los chinos los
rumanos.
Estaba hasta los pelos de las quejas de las mujeres.
Y
se puso a decir que
lo que hacía falta era una mano dura como
antes.
Y a mí me dio por toser
y terminé escupiéndole.
Francisca Aguirre
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