La sombría visión del jornalero
clavó una espina en tu alma de niño,
sueños blancos de nieve y armiño
hicieron de la paz tu camino certero.
Sembraste tu semilla de nobleza
en el campo andaluz que tanto amaste,
tu corazón a los surcos arrojaste
y brotó un ideal de luz y de grandeza.
La aurora de Agosto y de flor grana
te regaló una Luna blanca y verde
para que vieras, tú, la Vega Llana.
Los crueles verdugos de tu muerte
no pudieron destruirte con pistolas
ni tapar tu verdad, ni enmudecerte.
Y agrandaron tu humanidad gigante.
Tu sangre alimentó a las amapolas.
Andalucía de ella bebe, Blas Infante.
Lourdes Soriano Arias
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