martes, 19 de mayo de 2020

Y antes de arrojarlo


Lo levanté mucho más temprano que otros días
porque ahora la entrada es a las ocho.
Desayunamos fuerte;
le puse en la mochila varios lápices y gomas
y dos paquetes de colores, por si acaso.
Lo abrigué completamente
y le prohibí quitarse la chamarra
a pesar de que el sol ya comenzaba a calentarnos.

Con un cordón até a su cuello
un letrero que indicaba que ese niño
era el mío.


Lo acerqué a la puerta
y antes de arrojarlo a la soledad de la primaria
le dije que mi amor por él es infinito.
Se dirigió a la fila,
que es el patíbulo primero que recuerdo,
y vi cómo valientemente
caminó, sin voltear, hacia el salón.

 Dalí Corona

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