Ignorantes
de la luz que circundaba la inocencia
éramos
tan felices amor mío
con
el calor de nuestras manos juntas
cruzando
todos los caminos
y
riéndonos de los obstáculos de piedra o granizo
que
nos intentaban parar esa carrera irresponsable de la felicidad.
Éramos
tan felices
y no
nos enterábamos de la dimensión de la vida.
De la
invisible amenaza, de la larga sombra del miedo,
no lo
sabíamos nosotros, irreverentes.
Amándonos
con proyecciones de futuro.
Hoy
ya no pienso más allá de mañana cuando espero
tu
prueba de vida dicha por otros.
CARMEN
YÁÑEZ
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