Usted,
compañero
es de los de siempre.
De los que
nunca
se rajaron,
¡carajo!
De los que nunca
incrustaron
su cobardía
en la carne del pueblo.
De los que se
aguantaron
contra palo y cárcel,
exilio y
sombra.
Usted,
compañero,
es de los de siempre.
Y
yo lo quiero mucho
por su actitud honrada,
milenaria
por su
resistencia
de mole sensitiva,
por su fe,
más grande y más
heroica
que los gólgotas
juntos
de todas las
religiones.
Pero, ¿sabe?
los siglos
venideros
se
pararán de puntillas
sobre los hombros del planeta,
para
intentar
tocar
su dignidad,
que arderá
de
coraje,
todavía. Usted,
compañero,
que no traicionó
a
su clase,
ni con torturas,
ni con cárceles,
ni con puercos
billetes,
Usted,
astro de ternura,
tendrá edad de
orgullo,
para las multitudes
delirantes que saldrán
del
fondo de la historia
a glorificarlo,
a usted,
al humano y
modesto,
al sencillo proletario,
al de los de siempre,
al
inquebrantable
acero del pueblo.
Otto René Castillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario