con el vientre cargado de promesas,
con el mundo retozando en sus espaldas.
He visto sus ojos que imaginan
un fruto cayendo de su cuerpo
rodando por veredas y caminos
creciendo con raíces arraigadas en su pecho.
Yo sentí en la piel la sonrisa y el presagio,
la dulce lágrima en la explosión del universo,
la esperanza de unas alas que se gestan
aprendiendo a volar entre sus sueños.
Yo he visto a una mujer
iluminando el mundo con su vientre
único faro que la guía
único asidero a su presente...
Extraña es de ser tierra la alegría
y de un satélite amando su creciente.
Yo he visto a una mujer nacer del agua
con el mundo ensanchándole el ombligo,
como dulce granada que madura,
preparando su carne al sacrificio.
Aída Elena Párraga
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