La lucha hoy, mi fin está muy cerca,
y firme es la sentencia de mis horas:
lo supe ayer, andando al mediodía
por un jardín desierto y con mil flores.
Cantando, prendí rosas en mi pecho
y, asiendo unas cerezas, ya la Muerte
sopló sobre el jardín desde el nordeste
y heló toda belleza con su aliento.
Miré ante mí y, horror, vi mi fantasma,
con furia golpeada la cabeza:
la fruta de mi boca en sangre espesa
se había transformado, y ya la rosa
marchita olía, hasta que en raudas lágrimas
pareció que los muertos florecían.
Robert Graves, Junto a las brasas (1916)r
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