La luz del mediodía,
como un pájaro ciego,
se sostiene en
lo más alto del aire.
Las raíces del mosto sacan agua
de las
profundidades de la tierra.
Hay un hermanamiento,
una
especie de familiaridad entre las cosas
que conforman el
mundo,
como si cada una cuidara de la otra,
como si la alegría
en la que viven inmersas
fuera un logro de todas,
la conquista
de una comunidad.
Acercarnos con afecto a las cosas
nos
permite intimar con lo sagrado
que permanece en ellas.
La
mañana está en deuda con la cosecha de las flores.
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