miércoles, 10 de julio de 2019

El grito


Nadie eligió su herencia.
Ni tú ni yo. Nosotros no elegimos.
Fue un desigual reparto. Fue un trallazo,
un tajo doloroso y dolorido,
un cuchillo de sombras, una herida
derramada en hondura y sin alivio...
Y aquí estoy, aquí estamos
con nuestra herencia en alto, sorprendidos
con este filo ronco en la garganta,
con este agudo y fiero y roto filo,
con esta manda bronca a flor de labios,
con esta vieja herencia y este grito.
Lo llevo en las entrañas, aguzado,
lo llevo en la conciencia ¡tan preciso!
Me cerca y acorrala día y noche
su rueda de navajas y cuchillos.
Mío es el viejo acento de la tierra,
míos la oscura ley y el desvarío,
míos el hosco resonar del monte,
el pulso de la tierra enfebrecido,
la vaharada ardiente de la sangre,
el toro de la noche y su bramido.
A esta sombría herencia no renuncio,
a esta herencia sombría me resigno:
con mi garganta rota lo proclamo,
con mis manos vacías hoy lo escribo,
con mi emoción despierta lo subrayo,
con mi porción de tiempo fecho y firmo


Nuria Parés

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