¿De qué tamaño
tendrá Dios
el corazón?
¿Le late a Dios, o
lo tiene detenido?
Debe ser más
impresionante
que la mezquita de
Casablanca por
adentro:
ya me figuro el
ventrículo izquierdo,
su bóveda celeste
tiñéndose de rosa,
las amplias avenidas
de aquellas venas cavas
y el abismo de su
aorta descendente,
o el sonido de la
válvula mitral
abriéndose y
cerrando su portazo
de cuatrocientos
chelos enfrenando al concierto.
Y la sangre ¿ha de
ser transparente?
Si nosotros,
pedestres, desplazamos
cinco litros de
sangre por minuto,
¿cuántos desplaza
Dios, si es que le late?
Si nuestro corazón
se mueve
y toca sus tambores
al margen de nuestra voluntad,
¿el de Él ha
conseguido toda su autonomía?
¿O depende del
capricho y del menor descuido?
¿Y si no tiene Dios
ni corazón ni páncreas,
ni tejido esponjoso
ni cerebro?
¿Y
si Dios está
vacío?
Eduardo Casar
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