Un árbol es el bosque.
Tenderse bajo su follaje
es escuchar todo el sonido,
conocer todos los vientos
del invierno y del verano,
recibir toda la sombra del mundo.
Detenerse bajo sus ramas sin hojas
es rezar todas las oraciones posibles,
callar todos los silencios,
tener piedad por todos los pájaros.
Pararse junto a su tronco
es levantar toda la meditación,
reunir todo el desapego,
adivinar el calor de todos los nidos,
juntar la solidez de todos los reparos.
Un árbol es el bosque.
Pero para eso hace falta
que un hombre sea todos los hombres.
O ninguno.
ROBERTO JUARROZ
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