Alguien tendrá que detener esto.
Alguien, no sé quién,
debería abrir alguna puerta de su morada,
—su corazón incluso—
y generoso decir, a pesar de sus heridas:
—Entra, esta es mi casa,
bebe de mi agua
y reposa para siempre de la huida.
Antonio María Florez
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