Conocíamos el mundo a la perfección:
-era tan pequeño,
que cabía en las manos,
tan fácil, que se dejaba describir con
una sonrisa,
tan común, como en el rezo el eco de verdades
remotas.
La historia no nos recibía con trompetas
victoriosas:
-nos arrojó en los ojos arena sucia.
Ante
nosotros, los caminos eran largos y ciegos,
los pozos
envenenados, el pan amargo.
Nuestro botín de guerra es el
saber del mundo:
-es tan grande, que cabe en las manos,
tan
difícil, que se deja describir con una sonrisa,
tan
extraño, como en el rezo el eco de verdades remotas.
Wislawa
Szymborska
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