jueves, 31 de enero de 2019

Mujer


Vas caminando por la calle con miedo, cholita,
te están haciendo el amor
a su manera
con la vista.

Te pasa por vestirte como una puta,
por comprar esos vestidos que te marcan
las caderas,
el escote.
No culpes a los hombres,
tu concupiscencia
de gran maraca
que hace que te quieran someter.
No te quejes si ellos te quieren desvestir
por ser tan follable,
tan exquisita
que te lleven a un callejón,
te violen,
te bañen en su semen
y luego te dejen como un estropajo
por puta barata.

Camilà Almendra

martes, 29 de enero de 2019

Quise ser un hombre








Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.
Para decirle a Josefina
cuanto admiro su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los temblores.
Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no sentir más
el frío de sus lágrimas en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.
Quise ser hombre
para invitarlas a volar el periférico,
a bailar descalzas porque el América
le ganó al Guadalajara,
para llevarlas del brazo hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.
Pero soy mujer y, aunque puedo
compartir con ellas la poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…
No es suficiente.
No les alcanza.
Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son un premio al que hay que amar,
sin importar si ellos las aman.
Rosa María Roffiel

domingo, 27 de enero de 2019

Agradezco ser mujer


Agradezco ser un animal,
porque los hombres han puesto en peligro
la supervivencia del planeta.
Agradezco ser hembra,
porque el hombre no es el centro del universo,
sino apenas un eslabón más
en la cadena de la vida.
Agradezco que me digan que soy irracional,
porque la razón ha conducido
a los peores actos de barbarie.
Agradezco no haber inventado la tecnología,
porque la tecnología ha envenenado
el agua y el ozono.
Agradezco que me hayan colocado
más cerca de la naturaleza,
porque nunca estaré sola.
Agradezco que me hayan confinado
al hogar y a la familia,
porque puedo hacer de toda la Tierra
mi hogar y mi familia.
Estoy feliz de que me llamen ama de casa,
porque puedo apoderarme de la mía.
Estoy feliz de no ser competitiva,
porque entonces seré solidaria.
Estoy feliz de ser el reposo del guerrero,
porque puedo
cortarle el pelo mientras duerme.
Estoy feliz de que me hayan excluido
del campo de batalla,
porque la muerte no me es indiferente.
Estoy feliz de haber sido excluida del poder,
porque lejos del poder
me alejo de la ambición y la codicia.
Estoy feliz de que me hayan excluido
del arte y la ciencia,
porque los puedo inventar de nuevo.
Me agrada saber que dicen que mi cerebro
es más pequeño que el del hombre,
porque entonces
mi cerebro cabe en todas partes.
Me agrada que me digan que carezco de lógica,
porque entonces
puedo crear una lógica menos fría y más vital.
Me agrada que me digan que soy vanidosa,
porque puedo mirarme al espejo
sin sentirme culpable.
Me agrada que me digan que soy emocional,
porque puedo llorar y reír a gusto.
Me agrada que me digan que soy histérica,
porque entonces puedo lanzar platos
a la cabeza de quien intente hacerme daño.
Me gusta que me llamen bruja,
porque entonces puedo cambiar
la dirección de los vientos a mi favor.
Me gusta que me llamen demonio,
porque puedo quemar
el lecho donde me abusan.
Me gusta que me llamen puta,
porque entonces puedo hacer el amor
con quien me dé la gana.
Me gusta que me digan débil,
porque me recuerdan
que la unión hace la fuerza.
Me gusta que me digan chismosa,
porque nada de lo humano me será ajeno.
Pero lo que más agradezco,
lo que más me agrada,
lo que más me gusta
y lo que me hace más feliz,
es que me digan loca,
porque entonces ninguna libertad
me será negada.
Una y mil veces me quemó la Inquisición
y aprendí a nacer de las cenizas.
Me encerraron en un harén
y encerrada no dejé de reír.
Me pusieron un cinturón de castidad
y adquirí las artes de un cerrajero.
Cargué fardos de leña y me hice fuerte.
Me pusieron velos en la cara
y aprendí a mirar sin ser vista.
Me despertaron los niños a medianoche
y aprendí a mantenerme en vigilia.
No me enviaron a la Universidad
y aprendí a pensar por mi cuenta.
Transporté cántaros de agua
y supe mantener el equilibrio.
Me extirparon el clítoris
y aprendí a gozar con todo el cuerpo.
Pasé días bordando y tejiendo
y mis manos aprendieron
a ser más exactas
que las de un cirujano.
Segué trigo y coseché maíz,
pero me quitaron la comida
y con hambre aprendí a vivir.
Me sacrificaron a los dioses
y a los hombres
y volví a vivir.
Me golpearon y perdí los dientes
y volví a vivir.
Me asesinaron y me ultrajaron
y volví a vivir.
Me quitaron a mis hijos
y en el llanto volví a la vida.
Con tanta fortaleza acumulada,
con tantas habilidades y destrezas aprendidas,
Mujer, si lo intentas,
tú puedes dar vuelta el mundo…

Tatiana Lobo Wiehoff

lunes, 21 de enero de 2019

Cementerio


Tiene también la sangre sus revoluciones,
sus líderes y demagogos
que arengan al pueblo de las ansias
congregado en el corazón.
Tiene también la sangre sus masacres
—en nombre de oscurísimas razones—,
en las que mueren tantos inocentes:
los de pequeña voz, los tímidos
que no saben exponer sus deseos;
menos aún, imponerlos.
Mueren entre las venas, y de manera irrevocable,
lo mismo que acontece entre la historia.
Muere toda una grey de tristes oprimidos, pero
en la espantosa servidumbre del reemplazo
sucumben a su vez los opresores
sin que exista un recodo, un breve hueco
en que dejar sobre una lápida
constancia de su paso.
En la anónima fosa de la sangre
yacen mezclados víctimas y verdugos;
y en las terribles horas de la comprensión
qué imposible resulta distinguir
del corrompido olor de la esperanza degollada
el agrio aroma de sus asesinos.
Francisca Aguirre

sábado, 19 de enero de 2019

Hablo contigo…



Hablo contigo, ignoro dónde estás, hacia qué luz busca mi Ser el eco en que te escucho.
No hay usura en tu voz, yo sé que un aire limpio te respira, que algo redentor, alguna claridad que arrastra el río lleva
el pensamiento tuyo.
Hablo contigo, una intacta pasión vive en tu fósforo, una única luz que no se apaga mientras la muerte fluye, mientras
la muerte sufre esta palabra.
Y hablo, hablo contigo alrededor de un hueco, alrededor de mí como el que gira mutuo, como aquel que dentro de nosotros
es próximo y se acerca con su haz luminoso de pureza.
Hablo ante el destino que imagina el hombre, eso de desvalido, eso de delirante y turbio hablo contigo. Y es de noche,
es de noche en los dos como metal oscuro, y vemos como largamente la verdad extiende su único hilo de saliva,
un único alfabeto en el rumor de todos.
Hablo contigo, oh bondad compartida de quien es silencioso, sombra de esa sombra que aletea y es vuelo de semejante
elocuencia, el que escribe, el que escucha, el que lámina a lámina va enhebrando en el eco una voz que responde,
esa voz en mí mismo, la que nos alumbra y persuade desde más allá de la muerte.
Juan Carlos Mestre

jueves, 17 de enero de 2019

Los cuerpos del paraíso




Yo he visto a las mujeres que lloran en los parques, las que
danzan en la noche y se evaporan de pronto ante la mirada
de un hombre,
las florecidas en el amor, las muchachas que vuelan a los
nidos más altos, las que me quieren sin saber si las amo y
tocan el arpa las tardes con niebla,
las que sufren en mi corazón, las aromadas en música y las
que sueñan con pájaros,
las que tienen pena, las desnudas a la orilla de un río, las
dormidas para siempre sobre una almohada de nieve,
y las que cantan, las apacibles con una alondra en el pecho,
las que están en mi alma melancólicas, tristes, refugiadas
en sombra, las intactas del aire, las silenciosas, las hermosas
muchachas meladas del otoño.
Yo he visto a las amargas que van cruzando un puente y
gritan y la muerte las reúne conmigo, las dulces abatidas
que debajo de un velo murmuran y son bellas como pálidas
vírgenes,
las sosegadas en gozo que son flor de un domingo cuando
todo oscurece y las arrecogidas de alcoba mientras pasa la
vida.
Yo he visto una mujer que tenía un relámpago y un frasco
de palabras amarillas escondido en su cómoda, la que roe
todo el día como polilla su ébano y reparte adormideras al
acercarse la noche,
la paloma de seda que ha bordado el olvido y es perenne en
su torre y se parece a la idea de pensar en la lluvia,
las solas, que contemplan un álbum con fotografías y hojas
del jardín de los Bóboli, las que guardan secretos y huyen
por la noche a los nidales de pluma de los contrabandistas
enfermos.
Yo he visto a las mujeres ahogarse con un hilo de saliva y
silencio, gacelas devoradas por el fauno de la Luna en las
ventanas de mayo,
mujeres que recogen granadas en la huerta y las tiran a un
pozo para no ser afligidas, para mirarse en los espejos y es-
cuchar la lisonja de su propia figura,
muchachas con la llama de un astro entre las piernas, tum-
badas en la hierba con el pubis mojado por la espuma ma-
rina, por los labios del cielo que vigilan el alma.
Juan Carlos Mestre

martes, 15 de enero de 2019

Hay hombres...



Hay hombres que caminan por las calles
con un sol en la frente, un diamante de luz,
con hambre de otra vida, con aire de combate,
hay hombres que se sientan a la mesa
y reparten su pan con gusto solidario.

Hay hombres que despiertan y sonríen
mientras dicen: hoy es el día.
Dan la mano como un acto de fiesta,
saludan como cantando un himno.

Hay hombres que de noche tienen sueños justos,
destierran ángeles corruptos
y al despertar, para salvar la tribu
van presurosos a sus puestos de lucha.
Esos que son así, como usted, son los hombres libres.



Hamlet Lima Quintana

domingo, 13 de enero de 2019

La Breve Palabra



A veces el silencio es la palabra justa,
la que enciende las luces, la que mejor se escucha,
la que place o se sufre cargada de milenios,
la que otorga hermosura,
la flor del pensamiento.

En ese momento de la clara armonía,
de la mejor tristeza, de la entera alegría.
Es el gran fundamento que ronda a la grandeza:
tu palabra y la mía
habitan el silencio.

Por eso la palabra
debe ser pronunciada
como una ceremonia
con aire de campanas,
una fiesta del alma,
farol del pensamiento,
porque fue generada
por el mejor silencio.



Hamlet Lima Quintana

viernes, 11 de enero de 2019

La meta


Hay que llegar a la cima,
arribar a la luz,
darle un sentido a cada paso,
glorificar la sencillez de cada cosa,
anunciar cada día con un himno.
Hay que subir por esa calle ancha,
dejar atrás el horror y los fracasos,
y cuando entremos cantando por la cumbre,
estirar las manos hacia abajo
para ayudar a los que quedaron rezagados.

Hamlet Lima Quintana

miércoles, 9 de enero de 2019

Cogería más margaritas


Si pudiese volver a vivir mi vida, 
procuraría equivocarme más a menudo. 
No me esforzaría tanto. Sería más flexible. 
Haría más insensateces de las que hice en este viaje. 
Sería más alocada. Y menos escrupulosa. 
Me arriesgaría más. Viajaría más. 
Escalaría más montañas, nadaría en más ríos, contemplaría más puestas de sol.
Gastaría más gasolina. Comería más helados y menos frejoles. Tendría más preocupaciones reales y menos imaginarias. Porque yo soy una de esas personas que viven de manera previsora, con cordura y sensatez, 
a todas horas, día tras día.
Oh, desde luego, también he tenido mis momentos buenos 
y, si volviera a nacer, tendría más. 
En realidad, procuraría tener sólo eso, momentos buenos y nada más, uno tras otro.
En vez de vivir cada día con la mirada puesta en los años venideros. 
Yo he sido una de esas personas que no van a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un producto para hacer gárgaras, un impermeable y un paracaídas.
Si tuviese que repetirlo todo de nuevo, iría a otros lugares y haría cosas 
y viajaría más ligera de equipaje.
Si tuviera que volver a vivir mi vida, empezaría a andar descalza 
desde los primeros días de la primavera y no me calzaría hasta bien entrado el otoño. 
Faltaría a la escuela más a menudo. No sacaría tan buenas notas, 
salvo por casualidad. 
Me montaría en más carruseles.
¡Cogería más margaritas!

Nadine Stair






lunes, 7 de enero de 2019

Soy la sangre silenciada


Soy la voz de mis ancestras, 
soy la vida que fluye de regreso hacia la Tierra.
Soy mi madre,
mis abuelas,
las madres de mis abuelas;
soy un mandala infinito de mujeres,
viviendo a través de mi y sanando junto a mi.
Soy la Sangre silenciada re-naciendo, re-viviendo, re-surgiendo.
Soy el útero de cada una de las mujeres de mi linaje,
soy la sangre de cada una de ellas honrada, bendecida, celebrada.
Soy su canto, su rezo, su emoción
y estoy aquí para sembrar semillas en su nombre.
Gabriela Angueira

sábado, 5 de enero de 2019

Soy hija de un pasado de mujeres que encendieron el fuego




Soy hija de un pasado de mujeres que encendieron el fuego,
que regaron la tierra con su sangre,
que parieron con placer y nutrieron con sus tetas.
Soy hija de los hombres que honraban el vientre de mis abuelas
y nos sabían serpientes, lobas, hermosas.
Soy hija de las mujeres-bosque
que corrían desnudas por la tierra mojada
y mojaban sus vientres con ella.
Soy hija de las mujeres-madre
que amaban a los árboles como a sus hijos
y ofrecían su cuerpo como alimento.
Soy la mujer que recuerda,
soy la mujer que corre desnuda por el bosque,
la loba,
la que se arranca la ropa
y se da cuenta de que también respira por el coño
y por los brazos
y por los pies
y por el pecho
y que la ropa es la red, la trampa.
Soy la que sabe que la tierra cura
y abre las piernas y se cura con ella,
ungüento sagrado.
Mujer sagrada.
Mujer de luz.
Mujer de sombra.
Diosa de la muerte y de la vida
que lleva en su vientre el recuerdo.
Recuerda en tu vientre, mujer,
recuerda en tu vientre,
recuerda en tu vientre
y enciende la hoguera.
Elena Alonso


jueves, 3 de enero de 2019

Rotundamente negra


Me niego rotundamente
a negar mi voz,
mi sangre y mi piel.
Y me niego rotundamente
a dejar de ser yo,
a dejar de sentirme bien
cuando miro mi rostro en el espejo
con mi boca
rotundamente grande,
y mi nariz
rotundamente hermosa,
y mis dientes
rotundamente blancos,
y mi piel valientemente negra.
Y me niego categóricamente
a dejar de hablar
mi lengua, mi acento y mi historia.
Y me niego absolutamente
a ser parte de los que callan,
de los que temen,
de los que lloran.
Porque me acepto
rotundamente libre,
rotundamente negra,
rotundamente hermosa.
Shirley Campbell Barr