A aquel hombre le pidieron su
tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le
pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay
mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que
alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado
claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el
horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos
y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un
sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y
nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos
difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la
construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió
de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el
corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente
necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación
resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos
difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y
finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en
tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.
Heberto Padilla