Me hablas de otros lugares,
de playas y de hoteles cálidos
donde el sol
es un vecino más
y la felicidad una
costumbre.
Me dices que esta gran ciudad te angustia,
que tu
cuarto no tiene buenas vistas,
que tu espejo es infiel con tus
deseos.
Yo te escucho paciente y te contesto:
no hay sitios más
felices, hay personas
más desilusionadas, y hombres más
satisfechos.
A tu alma, tan clara como triste,
no le falta la
luz, le sobran las ventanas.
Alberto Carpio