Ya todo está inventado, descubierto;
llego
tarde, muy tarde, a vuestro lado;
por eso no me inquieta lo
remoto
y voy tras lo sencillo y cotidiano,
llamándole al pan,
pan, y al vino, vino...
Aunque no suene bien, ¡es tan
humano!
Miro el jardín y digo: «¡Primavera!»
Y al
extender los brazos
con tímido ademán hacia las cosas,
siento
un tibio aleteo en cada hallazgo:
un compás repetido,
algo que
va, que viene, que es alado.
Siempre será mañana la mañana
y
más árbol, el árbol.
No quiero ya en el alma nada nuevo,
que
todo esté estrenado.
Acaso la que ansío
es caminar
segura
por las antiguas huellas de otros pasos,
o quedarme
tranquila aquí, en mi huerto;
saber que ya está todo
sosegado:
el corazón, la casa, los recuerdos...
Sentir la
azada fiel del hortelano
remover, amoroso, los terrones,
como
hicieron en tiempo sus hermanos.
Ya está todo gastado bajo el sol,
a fuerza de pasar de mano en
mano.
Concha Lagos
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