martes, 19 de noviembre de 2013

XVI



Nosotros dos, querida, lo sabemos muy bien:
Tan sólo nos enseñan
A tener hambre y frío,
A deslomarnos trabajando
Y a vivir separados.
No hemos sido obligados a matar todavía
Y no nos ha tocado todavía morir.
Nosotros dos, querida, lo sabemos muy bien:
Podemos enseñar a los demás
A luchar por los nuestros,
A amar un poco más todos los días
Y, cada día, un poco mejor.




Nazim Hikmet

domingo, 17 de noviembre de 2013

Conocíamos el mundo

Conocíamos el mundo a la perfección:
-era tan pequeño, que cabía en las manos,
tan fácil, que se dejaba describir con una sonrisa,
tan común, como en el rezo el eco de verdades remotas.

La historia no nos recibía con trompetas victoriosas:
-nos arrojó en los ojos arena sucia.
Ante nosotros, los caminos eran largos y ciegos,
los pozos envenenados, el pan amargo.

Nuestro botín de guerra es el saber del mundo:
-es tan grande, que cabe en las manos,
tan difícil, que se deja describir con una sonrisa,
tan extraño, como en el rezo el eco de verdades remotas.



Wislawa Szymborska

viernes, 15 de noviembre de 2013

TODOS ALGUNA VEZ TUVIMOS EMBLEMAS

Hemos colgado fotografías de Annie Girardot en la cabecera
de la cama
y cada noche al dormir ensayamos un diálogo amoroso.
Hemos hecho anotaciones en los libros y señalado en el margen 
el día y la hora.
Hemos creído que alguien tomaría esos libros, esas fotos, y 
vincularía fechas en busca de alianzas.
Pensamos que alguna vez se ocuparían de nosotros y fuimos 
pacientes en la espera.
Muy tarde comprendimos
que frágiles archivos somos, invisibles y puros como esos monjes 
que meditan en jardines de arena.

Rafael Felipe Oteriño

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Óvulos

YO
la dictadora la esclava
la demócrata
la monarca la socialista la exótica
de Salgari la mapuche heroica
la Janequeo
la Inés de Suárez la Tania de Bolivía
La Missmundo del año entrante
la secretaria la maniquí de la Boutique la Jenny de
Carlos Marx
La Matahari la Evita de Buenos Aires
la Krupskaia
de Lenin
la Amanda de la fábrica
la Rosa de la cocina
la Juana lavandera
la Isadora Duncan la Ñusta tirana
la Señora de los Milagros
la Difunta Correa
que dio de mamar a su hijo
después de muerta
la Quintrala de los Ríos
la figura de Chiloé
la Juana la Alfonsina la Gabriela
la progenitura de los Incas
la Mama Oclo
la Machi del Nguillatún
la Meica

Yo la parturienta
seguiré pariendo hombres
a pesar de la bomba de Neutrones
y de las verdades absolutas


Heddy Navarro Harris

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mimbre y poesía

Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario:
La paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve.
Nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite,
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.

Tú armaras el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa más blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para que el minero regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar un oficio.
Y yo tejeré con los hilos más férreos de mi poesía
el descanso más digno, el amor más profundo, la esperanza
más grande,
para que el obrero mire confiado su casa
y no parta el pan con recelo y a oscuras,
para que los recién casados puedan anidar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.

Mimbrero, hermano mío, que es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Que es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre o las
canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Que es bello nuestro oficio cuando tentamos ese cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor,
y con mi verbo le digo: levántate, eres libre,
labora en paz, procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar polen y semillas
de una primavera a otra, cunas para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.


Efraín Barquero  

domingo, 3 de noviembre de 2013

Buenos días, mujeres

Mujeres de la siembra y de la escarcha,
nuevas en la faena de levantar los días,
viejas de antiguos dolores y flagrantes heridas. 
Aquéllas como calles arboladas de hijos,
éstas con las matrices secas tras múltiples hornadas,
y las holladas en el cuerpo y en el alma. 
A todas, a todas, agito mi saludo 
como un pañuelo blanco, y digo 
Buenos días, mujeres,
buenos días hermanas. 

Las que en la madrugada desperezan el sueño
y las que recién encauzan sus cansadas vigilias,
las que trabajan a deshora y en las horas del día,
las que cuidan enfermos, las que curan dolores, 
las que van al mercado, las que cavan los surcos,
las que muelen el grano, 
las que lavan los patios,
las que zurcen y tejen, 
las que amamantan niños y veranos. 
Las que pasean dichas ajenas,
las que enseñan, 
las que tienen familia y las que ni tienen cama, 
las que están encinta y las que dan a luz
partes de sí mismas.
A todas, a todas, agito mi saludo 
como un pañuelo blanco y digo
Buenos días, mujeres,
buenos días, hermanas.

A las que se sacrificaron por habitar los sueños,
a las que no quisieron, a las que pernoctaron
las vigilias del hombre, 
a las que se quedaron a velar a los muertos 
después de la victoria, después de la derrota,
a las que no quisieron partir,
a las que dieron todo y se olvidaron de sí.
A las desposeídas y a las que maduraron,
a las que en los hogares respiran vapores agrios,
a las que esperan siempre 
el milagro de un beso, de una amiga, de un niño, 
a las eternas apasionadas de las vastas hazañas,
a las inspiradoras, a las viudas de recuerdos y desposadas de ensueños,
a las que no se resignan, a las que quieren su parte
en la aventura de los navegantes.
A las altivas mujeres de hoy 
que son enteras como la tierra 
que guarda en su seno la simiente.

A todas, a todas, 
flameo mi saludo como una bandera y digo 
¡Buenos días mujeres, buenos días al mundo!


Fina Warschaver