Un
odio definitivo y sólido
arrastra
los resabios temblorosos
de
la pequeña última muerte.
Sarcófago
inventado donde
la
nada se arrebuja en los rincones.
Batalla
devenida como toda batalla,
sin
precisar la chispa que la engendra.
Turbio
lastre de la frustración
moviendo
personajes contrahechos,
mientras
los hilos se mezclan y confunden.
¿Dónde
se apaga el odio?
¿En
cántaros de cobalto?
¿En
caminos de espuma donde perder su huella?
Las
palabras borran un rostro
entre
la niebla espesa del futuro,
y
las manos intentan
destruir
lo abominado, el sinsentido.
Cuando
se aquieta el derrumbe,
entre
los escombros,
siempre
se salva un niño.
Susana
Giraudo
No hay comentarios:
Publicar un comentario