Desvestirse despacio,
ser testigo
de cada desnudez a media
noche,
cuando la calle huye de las sombras
y se hacina la voz
entre rendijas
de párpados y pieles.
Preguntarse para qué sirve el día,
hacer un túnel
con
todas las pasiones
y callarse
para seguir hablando,
así,
como en silencio,
palpitando en los sueños
de la muerte.
Desvestirse despacio,
muy despacio
aprender a ser nadie.
Nieves Álvarez Martín
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