sábado, 15 de diciembre de 2012

Credo

    No acostumbro a decir amo, te amo,
    sino cuando el amor me inunda todo
    desde los ojos hasta los zapatos.
    Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
    resume una experiencia de entusiasmo.
    Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
    agitaba a mi lado sus cascos de caballo.
    Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
    arrancar el recuerdo como un brazo,
    pero no la esperanza que es de hueso
    y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
    que te estrecha las manos.
    Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
    y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
    No es culpa de los frutos si tenemos
    el paladar angosto y limitado.
    Creo en el corazón del hombre, creo
    que es de pura caricia a pesar de las manos
    que a veces asesinan, sin saberlo,
    y manejan fusiles sanguinarios.
    Creo en la libertad a pesar de los cepos,
    a pesar de los campos alambrados.
    Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
    y a pesar de los cascos.
    Creo que los países serán un solo sitio
    de amor para los hombres a pesar de los pactos,
    a pesar de los límites, los cónsules,
    a pesar de los libres que se dan por esclavos.
    Y creo en el amor, en este amor de acero
    que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
    que trabaja en secreto,
    a escondidas del odio y del escarnio,
    que debajo del traje se hace músculo,
    órgano, experiencia, nervio, ganglio,
    a pesar del rencor que nos inunda
    el corazón de funerales pájaros.
    Yo creo en el amor más que en mis ojos
    y más que en el poder y el entusiasmo.

    Jorge Debravo

No hay comentarios: