Como el fuego devora la hierba,
como las llamas consumen las cerillas,
la calle se traga mis pasos,
mi voz se disuelve en el suelo.
Conozco la bilis verde del hambriento.
Conozco el triunfo del polvo,
la despreciativa arrogancia del sol,
sobre los restos de empapadas
ratas. He cenado sobre perros raquíticos,
con sabor a orina acre.
Y a los pies de intrincados remanentes,
encuentro los más altos despojos,
De muslos de pollo aborrecidos por exceso.
Yo, exploradora de aromas,
vadeando a través del laberinto de arroz,
deleitándome en la basura. Digo que tus desechos
son para chuparse los dedos.
Dicen que los ricos también lloran,
danzando para aliviar su vergüenza,
sus llagas palpitantes.
Toyin Adewale Gabriel
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