Frágil, opulenta mujer, matriz del paraíso,
eres una semilla de culpa
hasta para los ojos de Dios
a pesar de todas tus guerras santas
por la emancipación.
Rasgaron tu belleza
y queda un esqueleto de amor
que aún sigue gritando venganza
y tú solamente aciertas
todavía a llorar,
luego te vuelves y aún ves a tus hijos,
luego te vuelves y aún no sabes qué decir
y callas maravillada
y entonces te vuelves grande como la tierra.
Alda Merini
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