sábado, 30 de abril de 2011

La vida retirada

Pasear estas calles que te ven cada día.
Reconocer los rostros que pasan a tu vera;
sus nombres, sus edades, condiciones y oficios.
Gozar de la sorpresa de que el día amanezca.

Mirar pasar las nubes, deshacerse en el cielo.
Aspirar el perfume del naranjo en la plaza.
Asomarse a ese puente cuya imagen de piedra
soñolienta se llevan, río abajo, las aguas.

Sentir llegar la noche con sus pasos de sombra,
el sueño que es la cura de la herida del día.
Ver abrirse la rosa de la nueva mañana.

Un día y otro día en el mismo lugar
en el que estás de vuelta sin nunca haber partido,
y que sea la muerte un tren que se retrasa.

Enrique Baltanás

miércoles, 27 de abril de 2011

Carbón

Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.

Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.

Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.

Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.

Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
-Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.

Gonzalo Rojas

domingo, 24 de abril de 2011

Fax con ventolera...

Fax con ventolera
y una rosa, hoy
salió de esto Rojas
-Gonzalo como le pusieron en el agua-, iba solo, no hay
epitafio que escribir en cuanto a su suerte, ni
cuerpo que respirar, escasamente
se dirá de él que vino
rápido y ha salido,
que ya no está entonces, que
no hay estrellas para él, que carnalmente
va encima del vidrio que lo encarcela una rosa
a modo de instrumento de perdición, que ha salido
y eso es todo.

Gonzalo Rojas

sábado, 23 de abril de 2011

EL VIAJERO

Te acompañaban siempre los violines.
Tus poemas estaban en ti como los peces
en el fondo de un río.

Eso es lo que vi en ti:
peces en el desierto,
música amenazada.
Te vi hacer bosques y subir montañas,
te vi cavar abismos con tus manos.
No supe dónde ibas.

Te vi buscar la sombra entre la luz,
te vi buscar la muerte entre la vida,
y no pude entenderte.

Yo no sé qué has ganado, pero sé qué has perdido:
tu música,
tus peces,
tus montañas azules.

No puede ser feliz quien entierra un tesoro.
No puede ser feliz
quien envenena el agua de su vida.

Benjamín Prado

jueves, 21 de abril de 2011

A algunos radicales

El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.

Pier Paolo Pasolini

martes, 19 de abril de 2011

Credo

No busco una esclava doméstica
—máquina de fregar platos y camisas,
muñeca para desactivar—.
No serás brazalete de mi cuello
ni la curiosidad central de la vitrina.
No corderito cuaresmal
que hace el amor sin luz
porque la carne es el pecado del mundo.
Sólo quiero tu mirada de gata montés,
descubrir nuevos atrios en tu cuerpo sin iglesias
y el sitio principal en la plaza de tu pecho.

Margarito Cuéllar

domingo, 17 de abril de 2011

Credo in unum hominem

Creo en todo lo incierto que remueve montañas,
en las incertidumbres de no saber mañanas ni fechas fijas en el calendario,
en lo que va a venir sin esperarlo. Creo

en la fuerza imparable de las palabras dichas sin artificio alguno,
en el empuje de la inmensa masa de gente como yo
sin esperanza, con convencimiento (al decir del poeta).

Creo en la muerte como adiós a la vida sin lápidas ni cruces ni sandeces
dichas solemnemente y a destiempo. Creo

en la soledad del hombre despojado de todos sus andrajos,
renacido en los otros para ser uno y trino.

Creo en todas las cosas que dejamos al borde del camino
por si alguien las recoge con templanza y las guarda en su almario.

Creo en ti,
anónimo enemigo o indescifrable amigo,
en todo lo que puedes hacer para cambiarme,
para secar al sol tanta tristeza que no tiene motivo y sí remedio.

Creo

en que nada en el mundo es inmutable
ni está escrito el momento en que ha de cambiar todo si así nos lo queremos.

Creo en la comunión de todos los que buscan y no encuentran,
en el advenimiento de quienes han de hacernos solidarios
sin mesiánicas dotes de profeta,
en las palabras sin sentido llenas de sentimiento. Creo

en lo que puedo y en lo que no puedo,
en la resurrección de lo imposible,
en las calles abiertas, alamedas
que volverán a abrirse. Creo

en que se puede amar a mucha gente a la vez sin estar loco ni tampoco cuerdo,
en los brazos de todos los abrazos, en la infamia de todas las mentiras,
en el cuento sin cuento. Creo en las lágrimas
que no afloran de golpe y se acomodan en el rincón inhóspito de tantos corazones,
a la espera de salir a la calle y llorar de verdad. Creo

en que no hay nada mío ni vuestro, y mucho menos suyo, que lo nuestro
no debe ser un tropo impronunciable. Creo

en todos los locos. Creo en ti, creo en mí, creo en nosotros. Creo

que ha valido la pena haber vivido aunque haya tantas cosas por hacer todavía,
tanta pena en los cuerpos y en las almas, tantas oscuridades que no acierto a alumbrar.

Creo en el hombre.

JOSÉ LUIS ZÚÑIGA

viernes, 15 de abril de 2011

La era

Mi padre y yo dormimos
en la era, y la paja
nos es lecho de estrellas. Se sienten
las culebras cruzar toda la noche
los haces de cebada, y ratas como gatos
nos roban en el trigo. Me estremezco
y no grito, porque mi padre ronca
bebiéndose la luna, y en el aire
cantan grillos de arena.

Juana Castro

miércoles, 13 de abril de 2011

LOTÓFAGOS



A mediodía, por el aire, pasa
el ángel mudo de los inmigrantes. Todo
se alza y es un vaho
de pan recién cocido con aroma
de flores. El los barrios, los tranvías,
las ventanas y el metro, cada inmigrante compra
su flor de cada día y una
ración de pan. Pan moreno, pan alto,
pan blanco, pan rubio, de centeno o del sur.
Cada inmigrante huele
su pan de cada día, mientras muerde, una a una
las irisadas migas
de su ración de flor.


Juana Castro

lunes, 11 de abril de 2011

Un sitio en la palabra

La verdadera historia no se escribe
sin dar al fracasado
un sitio en la palabra.
Y qué mejor motivo para hacerlo
que encontrar esas huellas
de los días envueltos con la propia renuncia,
ese final escrito sobre el aire.
Quién oyera la voz incandescente
de aquél cuyo silencio es su enemigo
y se sabe orador, y se responde
con la locuacidad de la derrota.
El hundido conoce como nadie
el sombrío dolor, la llama fría
que propaga su intento
de vivir, de alumbrarse.
Pero calla la vida, todo calla.
La verdadera luz se enciende sola.

María Sanz

sábado, 9 de abril de 2011

Bienaventuradas

Bienaventuradas sean aquellas mujeres
- tan siempre madres, esposas,
abuelas o hermanas -
que aprenden a levantar sus puños
en plazas, autobuses y dormitorios.
Bienaventuradas cuando dejan,
doblados sobre una silla,
el delantal, los suspiros,
la prudencia,
el temor, las cacerolas.

(Mujeres malabaristas,
capaces de dividir
entre ocho o quince el arroz,
los colchones y los besos;
mujeres cosidas a la tierra,
con ramas donde aletea un griterío de niños,
piar de niños que piden agua,
que piden, que piden,
cuánto piden,
subiéndose por los hombros y las piernas.)

Bienaventuradas
las mujeres que se agarran
bien fuerte las unas de las otras
y salen a recorrer las calles,
mostrando pancartas de letra infantil.
Bienaventuradas ellas,
porque se han atrevido a gritar,
con su voz tan recién estrenada,
las palabras grandes, paz, respeto,
libertad, justicia, dignidad,
sin haberse cambiado de ropa,
en zapatillas y con pañuelos blancos
cubriéndoles la cabeza.


Gracia Morales

jueves, 7 de abril de 2011

IZQUIERDA / DERECHA

Compañera, hora en llamas:
A la derecha de Dios, las mujeres
con bella manicura, los banqueros
jugando al golf con palos enemigos.
A la izquierda, los niños, las termitas,
el oro falso, la vida en cupones
de riqueza aplazada. Nunca es tarde.
No hay más que fe en el centro.
El centro es Dios cansado y aburrido
de esconderse y estar siempre tan solo.
Dicen que ya no existe la hojarasca
cubriendo los caminos de otro mundo.
Pero la gente espera y compra suerte,
horas en el veneno de las horas.
Y mientras, el infierno sigue abajo,
la derecha construye un cementerio,
y la izquierda, un eclipse de emergencia.
Qué frágil y pequeño el pesebre del hombre.

Isabel Pérez Montalbán

martes, 5 de abril de 2011

Hombres al natural

Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.

Seres brillantes,
portadores de un agua de colonia
que anuncia su presencia
con cuatro primaveras de adelanto;
hombres al natural, de calle y riesgo,
que buscan evadirse
llevándome a cenar. Puedo ingerirlos
antes de que caduquen,
pero se me indigestan
media hora después, y no merece
la pena estropear esa velada.

Madre Naturaleza,
los pones a mi alcance, y agradezco
tus sabias intenciones.
Pero yo siempre he sido
inequívocamente femenina,
y declaro ante ti que cada vez
es mayor la distancia que nos une.

María Sanz

domingo, 3 de abril de 2011

Cordura de Dios que quitas el pecado del mundo.

Padre nuestro que estás en paradero
desconocido, líbranos de Ti.

No nos llenes el tiempo con tu ausencia.

Tú utilizaste el fuego del infierno
para encender el sol de nuestra infancia.

No nos des certidumbre de tus ojos
después de que los nuestros ya no puedan
mirar la rosa negra de la vida.

Oh cordura de Dios que catas
el pecado del mundo,
dispendia tu bondad con los cobardes,
los que te encuentran en cualquier fenómeno
de meteorología, los que imponen
tu Nombre en leyes y oraciones.

Confórmate con ser un huésped
de nuestra infancia rota en mil pedazos.
Vacíanos de Ti,
regresa a tus orígenes
a aquella inmensa noche de tormenta
en la que el miedo de unos monos te inventara.

Juan Bonilla

viernes, 1 de abril de 2011

Anónimo

Porque el destino mira siempre al frente,
porque los cuatro puntos desleales
de mi vida se pierden en un mapa
cada vez más pequeño, yo diría,
aprovechando que no me oye nadie,
unas palabras, una frase, algo
más que esos versos. Porque si el destino
es una línea recta, si hay un norte
orientado a las luces de poniente,
yo quisiera decir o ser el eco,
tan sólo el eco ya, de algún poema,
aprovechando que no lee nadie
en este libro abierto de mi vida.