martes, 29 de septiembre de 2009

Si preguntan por mí…

Si preguntan por mí…
diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que a la vida
se le diera la gana de llegar
a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí…
diles que apagué el fuego,
dejé la olla limpia y desnuda la cama,
me cansé de esperar la esperanza
y fui a buscarla.
Diles que no me llamen…
Quité el disco que entretenía en boleros
el beso y el abrazo
la copa estrellé contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro
de convertirse el agua en vino.
Si preguntan por mí…
diles que salí a cobrar la deuda
que tenían conmigo el amor,
el fuego, el pan, la sábana y el vino,
que eché llave a la puerta
y no regreso.
¡Definitivamente diles
que me mudé de casa!

Beatriz Zuluaga

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Exilio

Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo.
Hoy ha llamado en mí
el griterío de las aves que pasan en verde algarabía
sobre los cafetales, sobre las ceremoniosas hojas del banano,
sobre las heladas espumas que bajan de los páramos,
golpeando y sonando
y arrastrando consigo la pulpa del café
y las densas flores de los cámbulos.
Hoy, algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
de pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida.
Flotan ahora como troncos de tierno balso,
en serena evidencia de fieles testigos
y a ellos me acojo en este largo presente de exilado.
En el café, en casa de amigos, tornan con dolor desteñido
Teruel, Jarama, Madrid, Irún, Somosierra, Valencia
y luego Perpignan, Arreglen, Dakar, Marsella.
A su rabia me uno, a su miseria
y olvido así quién soy, de dónde vengo,
hasta cuando una noche
comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima
en donde un vasto desorden de aguas
grita hasta el alba su vocerío vegetal;
su destronado poder, entre las ramas del sombrío,
chorrea aún en la mañana
acallando el borboteo espeso de la miel
en los pulidos calderos de cobre.
Y es entonces cuando peso mi exilio
y miro la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.


Álvaro Mutis

lunes, 21 de septiembre de 2009

El fulgor del relámpago

Hay cosas que la vida te da cuando ya apenas
podías esperarlas, y su luz
maravillosa, elemental, purísima,
te hace feliz de pronto. Y desgraciado,
pues comprendes que no te corresponde
ese milagro ahora y que no debes
a ciegas entregarte a lo que era
propio tal vez de otro momento tuyo,
de un momento anterior, cuando tenías
fuerzas para ser libre.
Mas déjate llevar, y vive esa hermosura
con coraje, sin miedo. A qué pensar
en lo que te conviene. Es muy fugaz la dicha.
No la desprecies. Tómala. Y apura
el fulgor del relámpago.
Después,
tiempo tendrás para seguir muriéndote.


Eloy Sánchez Rosillo

martes, 15 de septiembre de 2009

Ensueño

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.


Emily Dickinson