martes, 30 de diciembre de 2008

Educar

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca,
hay que medir, pensar, equilibrar,
y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que esa barca, ese niño
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestro propio barco,
en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

Gabriel Celaya

domingo, 21 de diciembre de 2008

El Sistema

Los funcionarios, no funcionan.
Los políticos hablan, pero no dicen.
Los votantes votan, pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza, enseñan a ignorar.
Los jueces, condenan a las victimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policias no combaten los crímenes, porque están
ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se
privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente, está al servicio de las cosas.

Eduardo Galeano

jueves, 18 de diciembre de 2008

Éxodo

Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

Ángela Figuera Aymerich

lunes, 15 de diciembre de 2008

NO QUIERO

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO...

Ángela Figuera Aymerich

jueves, 11 de diciembre de 2008

ESCUCHO

Escucho redoblar con fuerza los tambores de la
guerra,
escucho el tronar de los cañones y de los fusiles,
escucho los sollozos de las viudas y los
huérfanos,
escucho las humillaciones impuestas a los
obreros y campesinos,
escucho el sonido sordo del machete al quebrar
los huesos de las víctimas,
escucho el rodar de las cabezas en las riberas de
los ríos,
escucho los gritos de los niños mutilados por las
minas,
escucho los lamentos de los prisioneros en las
cárceles,
escucho el desespero del tiempo perdido de los
secuestrados,
escucho la angustia de sus seres queridos
impotentes ante la infamia,
escucho el caminar de los desplazados por los
caminos sin futuro,
escucho el sonido infame de las fosas comunes al
destaparse,
escucho a los NN pedir su identidad para poder
entrar al cielo,
escucho las protestas de las vidas ante la muerte
prematura,
escucho el sonido del rayo en el fragor de la
batalla,
escucho la furia vengadora de los sobrevivientes,
escucho el rugir del viento empujando las nubes
negras sobre las selvas,
escucho el silencio del mundo indolente…

Luis Tejada

martes, 9 de diciembre de 2008

FAMILIA LÉXICA

Ecología, ecodieta,
ecorruta, ecoaldea,
ecoportal, ecosistema,
ecotasa, ecoturismo,
ecomuseo, ecoeducativo...
Son muchos los esfuerzos del prefijo
eco- para hacer sonar sus redobles
de conciencia, pero nadie se hace eco.

Joaquín Piqueras

jueves, 4 de diciembre de 2008

Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez

Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
al decir que en su cuarto había una gotera
o que su pobre madre le hacía el bocadillo
siempre de natas con azúcar
- son cosas de la vida-.
Confieso que en mi casa el olor a humedad
era casi entrañable
y todos los domingos se comían garbanzos,
salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
los jerseys con coderas
o no tener un lápiz con enanito arriba.
Confieso que la ropa nos la daban los primos
que ahora son albañiles
y que nuestra familia se rompió por la herencia
de unos metros cuadrados de baldosas con taras
-son cosas de la vida-.
Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
tuve el chupete debajo de la almohada.
Confieso que los míos son personas sencillas:
usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
lavarse bien los dientes,
de una mujer que escribe con mala ortografía,
de unos hermanos fieles como la misma sangre
y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
a las húmedas manos de la melancolía.
Confieso que he nacido donde hubiera elegido
por encima de todo
cada vez que naciera.

AURELIO GONZÁLEZ OVIES

lunes, 1 de diciembre de 2008

MÁSCARA

Esta mañana fue difícil
colocarme la máscara
No lograba encajarla conmigo
Tal vez llegó el momento
de cambiarla.

María Clara González

NO, CORAZÓN, NO TE HUNDAS...

No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Y aún tendrás que deberle muchas cosas hasta que mueras,
y la muerte misma es un deber que tienes hacia la vida.
Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus
horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha,
sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad
generosa.
Agradece al sol que siga saliendo puntualmente, ajeno por completo a
ponerse
al compás febril de tu pulso.
Te quejas. Dices que sufres.
Dices que no puedes más.
Aún volverás a sufrir, y a amar, y a sufrir de nuevo,
y a gozar otra vez y otra y otra.
Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse,
pero la vida es una continua repetición.
Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte,
y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento,
que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado
ya tantas veces.
¿Dices que estás solo?
No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.
Coge el primer objeto que esté a tu alcance,
un vaso, una flor o simplemente el periódico.
Acarícialos, acarícialos.
Levanta la vista, tiéndela alrededor tuyo.
Sí, es verdad que no puedes ver los ojos que tú amas tanto.
Por hermosos que sean no podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).
Habla, habla, pero no contigo.
Déjate de soliloquios y silogismos y sentimentales monólogos.
Habla con el cartero, con el conductor del tranvía
(aunque esté prohibido);
habla con el niño que está jugando en la acera,
vete a beber unas copas con el primer borracho de la esquina.
¿Creías que el mundo termina donde tú acabas?
Tú eres ya no fin, pero ni siquiera comienzo de ninguna cosa.
No eres comienzo ni de ti mismo.
¿Recuerdas a tu madre?
No la compadezcas: ya murió, ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello
que le tocó en suerte.
Tú tienes todavía la de vivir, la de seguir vivo.
No tengas ninguna prisa en morirte.
No te esfuerces en buscar lo único que posees seguro.

Vicente Gaos